Lo escuche reir y no pude evitar hacer lo mismo, tomé algo de aire entre los labios para expulsarlo. Mientras lo veía caminar hasta el sofá, acomodé mi flequillo con mis dedos peinándolo sobre mi frente, humedecí mis labios con la punta de la lengua al sentirlos algo resecos. Pestañeé varias veces observando con detalle cada uno de sus gestos, algunos tan inexpresivos que casi parecía una estatua ahí sentado, mordí levemente mi labio inferior cuando me llamó para que me sentara y rápidamente di pasos largos hasta llegar al sofá. Me senté a su lado.
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